La trágica muerte de Consuelo Araújo

LA TRÁGICA MUERTE DE CONSUELO ARAUJO.

NARRACIONES HECHAS A JESÚS SANTRICH EN EL MES DE JUNIO DE 2019 POR LOS CAMARADAS GUZMÁN Y RICAURTE.

Presentación.

Lo que mucha gente no imagina por la utilización mediática demonizante que se hizo del trágico hecho, es que la muerte de Consuelo Araujo, La Cacica, consternó a la dirigencia de las FARC y a gran parte de la militancia que le conocía, al menos de oídas.

La Cacica era una personalidad cuyo reconocimiento le venía sobre todo del importantísimo papel que había jugado en el impulso y promoción de la música vallenata y de los temas culturales en general. Pero para el caso de las FARC-EP, además, existía el antecedente del importante papel que tuvo en el impulso del movimiento político Unión Patriótica en el Caribe colombiano, a partir del magnífico relacionamiento que tejió con el comandante fariano Adán Izquierdo y con el entonces dirigente político Juvenal Ovidio Ricardo Palmera, en los orígenes de esta organización surgida como consecuencia de los acuerdos de paz firmados durante el gobierno de Belisario Betancur.

Ricardo Palmera, cuya hermana Elsa Palmera estuvo casada con Rodolfo Araujo Noguera, hermano de Consuelo Araujo, tras la persecución pertinaz contra la Unión Patriótica en el departamento del Cesar, tomó el camino de la rebelión armada y se convirtió en el comandante Simón Trinidad; y aunque aquel proceso de paz se frustró, las relaciones y afectos con La Cacica, nunca fueron clausurados.

Desafortunadamente ocurrió la desgracia de su muerte el 29 de septiembre de 2001. Cuando regresaba de Patillal de asistir a un servicio religioso en honor a la virgen de las Mercedes, un grupo de vehículos, entre los que iba el de ella, fueron tomados, sin autorización de la Dirección, por un comando de las FARC-EP en un retén instalado entre la mencionada ciudad y Valledupar a la altura de un punto llamado La Vega, y a partir de ese hecho se desataron los luctuosos acontecimientos.

Muchas son las versiones que se tejieron sobre los sucesos, y a pesar de los resultados de las investigaciones judiciales que nunca determinaron con claridad las responsabilidades ciertas en el hecho específico de la muerte, la matriz mediática que se instaló fue la de que lo que se produjo fue un asesinato a sangre fría contra la existencia de Consuelo Araujo. Jamás se abrió la posibilidad de dar crédito a la tesis de la muerte en el fuego cruzado de soldados y guerrilleros, a argumento diferente a que los guerrilleros la habían asesinado, ni a explicación distinta a que el secuestro fuera una orden del mando superior de las FARC-EP. El conflicto político, social y armado se había recrudecido tanto que a las autoridades les parecía más importante utilizar el caso para adelantar la guerra mediática contra la organización insurgente, que dilucidar con precisión lo que había ocurrido.

Una de las tantas versiones difundidas, por ejemplo, habla del viacrucis en que se convirtió la caminata desde el lugar en que fue secuestrada la doctora Consuelo y de la quema del vehículo de ella por parte de la propia guerrilla, por decir lo menos, sindicando no solamente al conjunto de la Dirección del Bloque Martín Caballero o Caribe -que era como se llamaba la estructura antes de la muerte en combate de este comandante insurgente-, sino también al Secretariado de las FARC-EP, y hasta al compañero Simón Trinidad que por entonces estaba en misiones de paz, y nada tenían que ver con lo que ocurría en la Costa Norte del país.

Muchas cosas de las dichas en prensa sucedieron entre aquel 24 de septiembre de 2001, que fue el día de su captura y el 29 del mismo mes, que fue la fecha del fatídico desenlace en las escarpadas tierras de la localidad de Guatapurí, luego de cinco días de persecución militar por tierra y aire.

Uno de los guerrilleros condenado por los hechos ocurridos fue Guzmán, integrante del 59 Frente Resistencia Guajira. Otro fue Ricaurte o El Tigre, también integrante y mando del mismo Frente. Veremos en este texto la narración que de los hechos hace fundamentalmente Guzmán a Jesús Santrich en el mes de junio de 2019, cuando este recogía elementos para construir un informe de “reconocimiento voluntario de responsabilidades individuales y colectivas por parte de todos quienes de manera directa o indirecta participaron en el conflicto como una contribución a la verdad, a la justicia, a la reparación y a la no repetición; y en general el reconocimiento por parte de toda la sociedad de ese legado de violaciones e infracciones como algo que merece el rechazo de todos y que no se debe ni se puede repetir”, tal como se expresa en el fallido Acuerdo de Paz de La Habana. La narración del camarada en mención, a quien sindicaron de haber sido el que disparó contra Consuelo Araujo, está complementada con lo dicho, también a Santrich, por el camarada Ricaurte, que fue el mando que despachó al grupo de guerrilleros que estuvieron involucrados en los fatídicos hechos.

En el presente escrito se prescinde de la mayoría de preguntas e intercambios realizados durante la conversación entre entrevistador y entrevistados, para dedicar el espacio a los argumentos de estos.

El trabajo de recopilación de información y reconstrucción de la verdad que adelantaba Santrich no se pudo continuar, debido a la persecución pertinaz que, por parte del régimen, tanto de Juan Manuel Santos como de Iván Duque, sufrió el suscrito, lo cual le obligó a abandonar los escenarios de la legalidad, a retomar la vida en el monte y continuar la lucha por la paz por el camino de la rebelión armada.

Antes de reproducir los relatos anunciados, retomemos algunos antecedentes.

Algunos antecedentes.

Cuando los diarios titularon que había sido condenado el guerrillero que “asesinó” a La Cacica Consuelo Araujo, se referían a la decisión del Juzgado Penal del Circuito Especializado de Valledupar de Descongestión Adjunto, que condenó a 18 años y ocho meses de prisión a Manuel Enrique Mendoza Rodríguez. La noticia en importantes diarios la presentaron como que el guerrillero Manuel Mendoza o “Guzmán”, como era su seudónimo de guerra, fue el ENCARGADO de asesinar a la exministra de cultura tras su secuestro, o como la persona que accionó el arma que le quitó la vida.

Y se subrayó en que él reconoció haber participado en el plagio y ser la persona que accionó el arma con la que se le dio muerte a La Cacica en el marco de la persecución del ejército en la parte alta de la Sierra Nevada hacia donde se retiró la guerrilla.

El otro personaje, Ricaurte, fue condenado como coautor y mando que dio la orden del secuestro. La policía lo capturó en Valledupar junto a dos personas más a quienes también señalaron de ser miembros de las FARC implicados en el secuestro y asesinato de Consuelo Araujo. Por entonces, el director de la Policía Nacional, General Luis Ernesto Gilibert dijo que: “uno de los detenidos fue identificado como Samuel Galvis Arias, o Edward Quintero Daza, alias El Tigre, jefe de finanzas del Frente 59 de las FARC, que tiene su centro de operaciones en los departamentos de La Guajira y Cesar, y quien es también el hombre de confianza del cabecilla de ese grupo armado, alias Leonardo Guerra, quien dirige el Bloque Caribe de las FARC”.

Samuel Galvis Arias o Ricaurte, fue capturado en Valledupar mientras se movilizaba en un vehículo, y tras varios allanamientos también en la capital del Cesar, fueron detenidos William Jesús Araujo Morón y Alberto Jiménez Cantillo, que nada tenían que ver con los infaustos sucesos. Pero los tres pasaron en un mismo momento a disposición de la Fiscalía General de la Nación.

La Fiscalía 23 especializada adscrita a la Unidad de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de Valledupar, elevó cargos contra Manuel Enrique Mendoza Rodríguez, quien se había acogido a sentencia anticipada luego de haberse resuelto su situación jurídica, con imposición de medida de aseguramiento, siendo declarado culpable en juicio, en calidad de coautor material del concurso heterogéneo sucesivo de los delitos de secuestro extorsivo, desaparición forzada y homicidio en persona protegida; pero Mendoza manifiesta reiterativo, que en su indagatoria y demás ampliaciones lo que siempre aceptó fue haber estado involucrado en los hechos como guerrillero que era del Frente 59 de las FARC y que había estado bajo el mando de “Amaury” y de “César”, pero no aceptó haber ultimado a la doctora Consuelo, porque esa orden ni se dio ni se ejecutó por parte de ningún guerrillero.

Las autoridades calificaron el hecho también como secuestro extorsivo, pero según quienes estuvieron en el lugar de los acontecimientos del lado de las FARC-EP, nunca hubo la intención de retener para esos propósitos a nadie, mucho menos el de ejecutar a alguien, ni esas órdenes existían por parte del mando superior.

A principios de 2002, y en aplicación del derecho penal del enemigo y de ejercicios incriminatorios veloces, porque lo que se quería era resultados inmediatos contra la insurgencia, la Fiscalía General de la Nación informó que los siete miembros del «Secretariado» o mando de las FARC fueron vinculados con una parte de la causa criminal abierta por el secuestro y asesinato de la exministra colombiana de cultura.

Entre los acusados incluyó al jefe máximo de la organización, Pedro Antonio Marín (Manuel Marulanda Vélez), y a Luis Edgar Devia (Raúl Reyes), quien en ese momento fungía como vocero de paz.

Según la Fiscalía los dirigentes de las FARC debían comparecer bajo el cargo de secuestro extorsivo, como presuntos inductores de la retención de la exministra. A su lado, con las mismas acusaciones vincularon a Jorge Suárez Briceño (El Mono Jojoy), a Luciano Marín Arango (Iván Márquez), a Noel Mata Mata (Efraín Guzmán), a Guillermo León Sáenz Vargas (Alfonso Cano) y a Rodrigo Londoño Echeverri (Timoleón Jiménez).

La Fiscalía agregó que los guerrilleros Omar Antonio Castrillón Duque (César) y Cecil Alfonso Rodríguez Sánchez (Amaury) fueron, por su parte, acusados de rebelión, homicidio, secuestro extorsivo, hurto calificado y daño en cosa ajena. Y fueron acusados también por la desaparición forzada del soldado César Enrique Hinojosa Gutiérrez y los civiles Roberto Enrique Arias Rojas (exguerrillero), e Ismael Hinojosa, quien según la Fiscalía eran señalados por los rebeldes como colaboradores de los paramilitares.

Samuel Galvis Arias (Ricaurte o El Tigre), desde el inicio de su detención, además de ser acusado del secuestro extorsivo de la exministra, también fue acusado por la desaparición forzada del militar y los dos civiles mencionados.

La vinculación de la comandancia superior de las FARC-EP y de sus otros tres integrantes con el caso de Consuelo Araujo, fue formalizada por la Unidad de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Fiscalía General, mediante una orden de detención preventiva, sin derecho a fianza para ninguno de ellos.

Y como ya habíamos dicho, otro de los guerrilleros vinculados al proceso fue Simón Trinidad quien, según el ente acusador, también habría dado la orden del secuestro y posterior asesinato de la exministra, el 29 de septiembre de 2001.

Desde la cárcel United States Penitentiary Florence Admax, en Colorado, Estados Unidos, lugar hacia donde fue extraditado a partir de montajes judiciales por el criminal expresidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez, y donde paga condena de 60 años de prisión por el secuestro de tres estadounidenses, asunto totalmente ajeno a sus tareas dentro de las FARC-EP, le tocó responder a Simón Trinidad por la muerte de Consuelo Araujo. En sus comparecencias virtuales ante el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Valledupar, presentó pruebas que demostraban, como en efecto era, que durante los hechos que rodearon el secuestro y muerte de La Cacica, él se encontraba en las mesas de negociaciones de las FARC con el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana Arango (Diálogos del Caguán sucedidos entre 1999 y 2002).

Entre las evidencias presentadas por Simón Trinidad estaban, por ejemplo, las copias de los actos administrativos firmados por el Gobierno, referentes a los diálogos de paz, entre el 14 de octubre de 1998 y el 20 de febrero de 2002; copias de los comunicados de las FARC sobre la Mesa Nacional de Negociación y Comité Temático Nacional, y varios informes de inteligencia y contrainteligencia del Ejército Nacional.

El juez Franklin Martínez del Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Valledupar admitió las pruebas solicitadas por “Simón Trinidad”.

En julio de 2007 el Estado Colombiano fue condenado a pagar una millonaria indemnización a los familiares de Consuelo Araujo.

En el 2010, Samuel Galvis Arias (Ricaurte), fue condenado a 21 años y cuatro meses de prisión por el Juzgado Tercero Penal del Circuito, como partícipe del secuestro de Consuelo Araujo. Y en el 2011, el Juzgado penal del circuito especializado de Valledupar sentenció a 18 años de prisión a Manuel Mendoza Rodríguez (Guzmán).

Posteriormente, en enero de 2014, también desde Valledupar, mediante sentencia dictada por Alfonso Tatis, juez Tercero Penal del Circuito, en pleno desarrollo del proceso de paz de La Habana, fueron condenados a 38 años de prisión por la muerte de Consuelo Araujo, el ya por entonces jefe del Secretariado de las FARC Timoleón Jiménez, e Iván Márquez, que actuaba como jefe de la Delegación de Paz en diálogo con el gobierno de Juan Manuel Santos. A estos dos nombres, pese al hecho público y demasiado conocido de estar fallecidos, se agregaron los de los comandantes Manuel Marulanda Vélez (Pedro Antonio Marín), y Efraín Guzmán (Noel Matta Matta). Todos fueron hallados responsables del secuestro de Consuelo Araujo y de su asesinato por los guerrilleros en momentos en que el ejército intentaba su rescate. No cupo otra “verdad”.

¿Pero qué es lo que nos narran Guzmán, principalmente, y Ricaurte sobre lo sucedido?

Manuel Enrique Mendoza Rodríguez (Guzmán) y Samuel Galvis Arias (Ricaurte), después de cumplir sus penas y estando en libertad en proceso de reincorporación, nos dan sus valiosos testimonios que seguramente podrían ser de fundamental importancia para que la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), reconstruyan los hechos que concluyeron con la penosa muerte de la doctora Consuelo Inés Araujo Noguera.

Según ellos, el asalto fue en la madrugada del 29 de septiembre de 2001 en La Nevadita, región de Guatapurí. Dicen los entrevistados que durante el proceso se enteraron que cuando el ejército encontró a la doctora Consuelo su cuerpo ya sin vida tenía seis impactos de bala de fusil. Ella vestía con uniforme de uso privativo de la Fuerzas Militares que los guerrilleros le dieron para que se cambiara la ropa sucia en alguno de los momentos que tuvo para asearse; y hasta donde ella estaba muerta llamaron a otras de las personas retenidas y que habían quedado disgregadas en la retirada, para que la reconocieran y dijeran si era una guerrillera o era la doctora Consuelo. Entre esta gente estaban las hijas del Cocha Molina a las que también se les había prestado ropa militar y que también salieron corriendo tras la balacera. Luego del estropicio las encontró el ejército y las llevo al reconocimiento de la difunta.

La doctora Consuelo Araujo fue sepultada en el Cementerio Central de Valledupar, capital del departamento del Cesar, y el Parque de la Leyenda Vallenata, en honor y homenaje a ella fue bautizado con su nombre.

La narraciones de Guzmán.

Mi nombre de pila es Manuel Enrique Mendoza Rodríguez; nací el 21 de octubre de 1974 en el municipio de La Mina, en el departamento del Cesar. Vengo de una familia campesina muy humilde que aún hoy sigue siendo de muy bajos recursos; mis padres han sido trabajadores de la tierra siempre, y aunque con una pobreza muy grande, se esforzaron mucho por sacar a sus hijos adelante. Incluso recuerdo que se endeudaron con un banco por un préstamo para invertir en agricultura y entonces les tocó terminar vendiendo las parcelas para pagar esa deuda”.

Soy el mayor de 10 hermanos y estudié hasta quinto de primaria. Quizás la principal motivación de mi ingreso a la guerrilla estuvo marcada por la presencia criminal del paramilitarismo en la región en la que vivíamos con mi familia. Ya sabía que si no me iba de la región me iban a matar y por eso, aparte de mis simpatías por la organización, es que decido vincularme a las FARC”.

Por ejemplo, quiero contarle que a mi tío lo mataron los paramilitares en La Mina. Supuestamente por ser guerrillero, pero estoy absolutamente convencido de que él no era de ninguna guerrilla. También mataron a dos primos, Daivito y Tobías; los agarraron mientras estaban trabajando en una parcela cerca del pueblo, de La Mina. Los hicieron pasar como guerrilleros, pero si usted va a mi pueblo, todo el mundo puede dar fe de que esos muchachos nunca fueron guerrilleros. Entonces, como dije, yo ingreso a la guerrilla por un lado por simpatía, porque en las FARC se luchaba por un cambio de beneficio social para el país, porque supe que allá se peleaba por el bienestar de todas las personas y especialmente las pobres, pero también me meto a la guerrilla empujado por la matazón que estaban haciendo los paramilitares, y lo hago más o menos en el año de 1996 al Frente 59 en el departamento del Cesar. Por entonces ese Frente ya era comandado por el camarada Leonardo Guerra. En filas me mantuve 9 años, hasta principios del 2005, que fue el año en que me capturan acusándome de homicidio, secuestro y terrorismo”.

En específico -dice Guzmán-, me privan de la libertad por el secuestro de Consuelo Araujo y el homicidio de kankwamos que, según mi conocimiento, estaban metidos en el conflicto actuando como paramilitares de la región de La Mina (Cesar)”.

Refiérete un poco al problema con los paramilitares.

Lo primero que hay que resaltar es que los paramilitares siempre y frontalmente estuvieron apoyados por los militares para cometer todos sus crímenes. Por ejemplo, los Batallones de La Popa y el de Ingenieros tenían el control de la región y, sin embargo, nunca actuaban cuando los paramilitares hacían de las suyas. Para todo el mundo en la región era de conocimiento que los paramilitares controlaban grandes zonas del Cesar, y estuvieron ahí instalados abiertamente sin que el ejército jamás los molestara, porque era algo consentido y respaldado por la fuerza pública y por las familias poderosas de la región”.

Yo recuerdo, especialmente, que en 1998 empezaron a meterse con más fuerza en la región. Se llevan a un personal de ahí y hacen una masacre en La Mina. Se llevaron a un señor Alfonso, Poncho lo llamaban, y al Difunto Alberto, que era familiar mío, y nunca tuvo nada que ver con la organización. Pero para no alargarle cierro diciendo que fui testigo, por ejemplo, de que cuando el ejército combatía contra nosotros, los paramilitares los apoyaban. Y cuando nosotros atacábamos a los paramilitares, los militares les brindaban ayuda. Es más, muchas veces, vimos cómo subían tropas del ejército a la montaña y los mismos hombres bajaban disfrazados de paramilitares”.

Fue una época dura sobre todo por lo de las masacres y desaparición de gente humilde que vivía una situación de zozobra total porque veían que las mismas autoridades se prestaban para la represión tan tenaz que se había desatado especialmente cuando fue el gobierno de Uribe Vélez. El ejército parecía metido de lleno con el paramilitarismo, como era el caso del Batallón La Popa y del Batallón de Ingenieros. Ahí de la mano iban los paramilitares de Badillo. Estos operaban a la libre hasta el mismo Valledupar. Por ahí desde 1999 ya estaban en esa zona actuando más a fondo como amos y señores. Recuerdo que en el cerro La Campana tenían una antena repetidora de comunicaciones, y ahí, aunque estaban en sitios conocidos, nunca fueron bombardeados ni perseguidos de ninguna manera”.

¿Conociste alguna información del vínculo de la familia Molina Araujo con el paramilitarismo?

Bueno, ese no es el tema principal ahora, pero puedo hacer una referencia breve, y es que había en el Cesar y en la costa Caribe varías familias poderosas vinculadas con el paramilitarismo y con la parapolítica en general. De hecho, se decía que la doctora Consuelo había sido nombrada ministra como cuota de Jorge 40, pero lo cierto es que nosotros al que teníamos claramente identificado en sus vínculos con el paramilitarismo era a Hernando Molina, Nandito le decían. Por esa mismo sector donde ocurrió lo del retén tenía una finca donde permanecían los paramilitares con toda su complacencia. Y esto no es un invento calumnioso porque después de la muerte de su madre él se descaró más y al final y pese a que era un político de alto rango, las mismas autoridades institucionales lo pusieron en evidencia. Él era el mentado Comandante 35 o Comandante Mechón y hacía parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (las AUC). En el escándalo de las investigaciones por parapolítica quedó más claro que había esos vínculos de políticos y empresarios con el paramilitarismo, y que cuando Hernando Molina fue gobernador del Cesar hasta ahí lo llevaron esos vínculos, eso fue producto de acuerdos con el Bloque Norte de las AUC que hizo retirar a todos los demás candidatos, y por eso le dictaron orden de detención en 2007. Él ayudó, además, a la conformación y expansión de los grupos paramilitares en el Cesar y tuvo que ver con el asesinato de Óscar Montero Arias, un kankwamo al que mandaron a matar en el 2004 en venganza por la muerte de doña Consuelo”.

Háblame ahora sobre lo ocurrido a la doctora Consuelo Araujo.

Lo que ocurrió se dio el 24 de septiembre de 2001. Siendo más o menos las 3 de la tarde, se hizo un retén para demostrarle al ejército que estaba más cercano al lugar, que hacíamos presencia y no estábamos desgastados. El retén no se hizo para capturar a nadie, pero cuando estando en el punto La vega, en la vía de Patillal a Valledupar se adelantó la acción, casualmente venía la ministra. La verdad que esa no era nuestra misión; no sé por qué se varió lo que estaba orientado, pero de una orden que teníamos de permanecer primero ocultos para hacer inteligencia sobre presencia enemiga en el área y luego provocar su movimiento para golpearlos, terminamos haciendo esa acción improvisada. Directamente Amaury y César pensaron que había que mostrarle al ejército que no nos tenían arrinconados y que de paso nos llevaríamos unos vehículos para retirarnos rápido hacia la parte alta de la Sierra”.

Montamos el retén y empezamos a parar los carros, quizás unos doce o quince vehículos, para informarles, hablarles en muy buena tónica, decirles que éramos nosotros, las FARC, y que ahí estábamos. Entonces ocurrió que cuando ya íbamos a desmontar el retén, como a eso de las cuatro y pico de la tarde, llegó un carro en el que venían varias personas. Entre ellas, tres armadas con mini USI y una pistola. Eran escoltas. Cuando se bajaron dijeron que pertenecían a una entidad y venían cuidado a una señora. Ahí se decide llevarnos por un momento a esos escoltas, porque nos dimos cuenta que uno de ellos era del CTI”.

Realmente nosotros no sabíamos quienes habían caído en el retén, pero cuando apartamos a los escoltas para la trocha la señora se bajó y se identificó y nos preguntó qué hacíamos por ahí tan sucios; entonces, le dijimos que se orillara también a la trocha. Me parece que al principio ella nos estaba confundiendo con el ejército porque nosotros éramos un comando especial que vestía todo con camuflados de la fuerza pública y con fusilería igual a la del ejército”.

Ella nos decía que si no sabíamos quién era ella, que ella era la exministra Consuelo Araujo. Pero nosotros no le dimos importancia. Más nos interesamos fue por los escoltas que salieron armados. Les vimos las armas y eso fue lo que más nos llamó la atención y por eso los apartamos para la trocha de primeros. En total se bajaron tres escoltas con mini USI, y también bajaron las hijas del Cocha y Cecilia La Polla Monsalvo. Y como te dije, cuando le pedimos que pasara a la trocha, cuando la orillamos, en todo momento doña Consuelo continuó mostrándonos un carnet e insistiendo en que era la exministra, hasta un momento en que parece caer en cuenta que somos guerrilleros y entonces cambia el tono, se torna más amable y nos dice que por favor la comuniquemos con Simón Trinidad para hablar con él; que Simón y ella eran buenos amigos, etc. Nosotros le respondimos que no teníamos comunicación con Simón Trinidad, como en realidad era, y que cuando estábamos en operativos no teníamos comunicación con nadie”.

Después de unos minutos la decisión que tomamos fue la de llevarnos los carros y a los escoltas y dejar el resto de la gente; pero ella, doña Consuelo, se interpuso diciendo que si nos llevábamos a los escoltas teníamos que llevarla a ella también. Entonces César, que era el segundo al mando, porque el primero era Amaury, le dijo: bueno si también se quiere ir móntese al carro, y ella se montó y nos fuimos con los vehículos por la vía que conduce a Atánquez, pasando por La Mina. La meta era llegar hasta Guatapurí”.

Nos llevamos seis vehículos incluyendo una volqueta de la alcaldía, la camioneta de Consuelo Araujo y otros con más gente, la mayoría de Patillal. Creo que también iba un cura. En La Mina hicimos una reunión con todos, con la idea de darles un mensaje de presencia, de las razones de nuestra lucha y liberarlos ahí mismo. Se procedió así, dándoles la charla y se les dijo que se podían regresar, que nosotros solamente nos llevábamos a los escoltas hasta más adelante para ir más seguros. Pero doña Consuelo insistió en que no dejaría a sus escoltas solos y que por lo tanto se iba con el grupo nuestro. César, delante de la gente, le insistió muchas veces en que se devolviera ella y las muchachas, las hijas del Cocha. Ella rotundamente dijo que no iba a dejar a los escoltas solos y que a las muchachas tampoco las podía enviar porque eran su responsabilidad y las tenía que entregar ella misma en su casa”.

Nosotros solamente a los escoltas les teníamos desconfianza y por eso la intención era llevarlos hasta Atánquez o por ahí cerca donde estuviéramos más seguros y entonces sí regresar a todo el mundo, porque el Valle no queda tan lejos y queríamos salir del área rápidamente, según lo que iban instruyendo Amaury y César. Total, es que quedamos de acuerdo con la gente que todavía iba retenida en que los regresaríamos al día siguiente muy temprano y que entonces avanzaríamos hasta Guatapurí, que era lugar más seguro que Atánquez para nosotros”.

Al llegar a ese punto, a Guatapurí, serían como las seis de la tarde, cometimos el error de quedarnos ahí mismo, habiendo tenido toda la noche para retirarnos ya sin el personal retenido que de todas maneras hacía más lento el desplazamiento. Incluso decidimos matar una novilla rápidamente par cenar. Asamos carne y comimos con guineo sancochado. Doña Consuelo dijo que eso era muy pesado para su estómago porque estaba acostumbrada a comer frutas en la noche. Y bueno, ahí nos dispusimos para ir a descansar metidos hacia una trocha. Ella durmió dentro del carro y nosotros tendimos carpas. Ahí amanecimos y preciso estábamos organizando para devolver la gente cuando a eso de las 05:30 ya el ejército venía con el operativo, con tropas por tierra, con helicópteros y haciendo desembarcos, etc. Entonces, en ese momento, cuando vimos que las cosas se nos estaban complicando le dice César a doña Consuelo, doctora le toca que siga con nosotros hasta que logremos salir de aquí. Pensábamos que con ella acompañándonos no nos bombardearían, y ella sin contradecir ni poner problema dijo que tranquilos, que no nos preocupáramos, que ella nos acompañaba y que ya iba a hacer las diligencias para parar el operativo. Efectivamente, tomó el radio que ella cargaba y se puso a llamar y decía serenamente me escuchan, me escuchan, si me escuchan paren el operativo que esto no es económico ni político, esto no es un secuestro así que paren esto. Así dijo ella, pero el operativo no lo pararon en ningún momento. Más bien lo intensificaron”.

Doña Consuelo nos decía que estaba segura que le estaban escuchando las llamadas pero que no se las respondían”.

Habíamos caminado como una hora y ella le dijo a César que para parar el operativo soltáramos el chofer del carro; que él podría explicar la situación y así sería más fácil que no continuaran la persecución. Así se hizo a eso de la 06:30, pero nada, no paró el operativo. Entonces al poco rato de suceder lo de la liberación del chofer, ella pidió que dejáramos ir a La Polla, que hacer eso era como liberarla a ella y que La Polla, con las razones que iría a llevar, con seguridad hacia parar el operativo. Entonces ella le reitero a La Polla que explicara que no era un secuestro y que pararan el operativo, etc. Nosotros liberamos a La Polla a eso de las 09:00; pero nada, tal liberación también resultó infructuosa porque el operativo parecía que más se arreciaba. Entonces, ahí, nos comenzó a preocupar que lo que estuvieran buscando las tropas fuera matar gente de los retenidos, a la misma Consuelo, para crear una situación política adversa para la organización. Ya se nos había enredado totalmente el panorama. Estábamos metidos en un lío que nunca habíamos previsto”.

Lo que observábamos era que el operativo seguía y seguía; que era evidente que nos estaban cercando. Decidimos decirle a doña Consuelo que las cosas se estaban poniendo difíciles ya no solo para nosotros sino para ella misma y que lo mejor era que nos siguiera acompañando. Las muchachas y los escoltas también seguían ahí con nosotros. Los sobrevuelos se intensificaban cada vez a menor altura, encima del grupo que integrábamos. Caminamos mucho loma arriba, de manera pesada, por terreno difícil en el que pensábamos que de alguna manera estaban detectando la ruta porque no los perdíamos en ningún momento; hasta que logramos meternos por un arrollo que tenía bastante vegetación en sus orillas. Nosotros éramos 16 guerrilleros, y aún con el personal que llevábamos logramos avanzar cubiertos; podríamos decir que logramos escondernos de la vista de los helicópteros y alcanzar un camino de herradura. Ya era el tercer día de estar caminando, porque el primer día todo lo anduvimos en carro hasta Guatapurí que fue donde amanecimos cuando nos retiramos del retén caminando y le íbamos dando la vuelta a Guatapurí por La Nevadita. La comida, que seguía siendo carne azada con guineo sancochado la consumíamos sobre la marcha y en varios tramos a doña Consuelo la tuvimos que cargar al hombro, en hamaca. Eso es territorio frío. En ese tercer día parecía que nos habíamos logrado salir de la persecución, y es cuando con serenidad y sin mucho agite doña Consuelo nos dice que le consigamos ropa. Le respondimos que la única ropa que cargábamos era camuflada y que eso podía ser peligroso para ella porque la podían confundir con la tropa nuestra, pero ella dijo que no importaba, que se quería cambiar y que así daba menos vista a los helicópteros. Los guerrilleros sacaron unos uniformes y las mujeres se asearon un poco y se vistieron. Todas dijeron que se sentían mejor porque estaban limpias, cómodas y sin tanto frio. Doña Consuelo agregó que parecía que el operativo lo habían parado, y entonces César se alegró y le dijo que ojalá sea así. Pero nada, eso fue solamente una ilusión porque en la tarde nos detectó el avión y aunque al movernos parecía que nuevamente nos habíamos logrado escabullir, en el cuarto día de estar andando, en la noche, o mejor dicho ya en la madrugada del 29 nos asaltaron. Nosotros éramos 16 guerrilleros y 7 civiles. Ya había pasado la media noche cundo nos asaltaron. A la una sonaron los tiros y nosotros logramos reaccionar y sacar al personal de las chozas de unos indígenas donde nos metimos a pasar la noche y descansar; a doña Consuelo la movimos un poquito hacia donde estaba amarrada una mula que habíamos conseguido, pero el muchacho que la estaba alistando para montarla a ella lo mataron. No tengo claro si murió en el mismo momento del asalto porque un indígena nos comentó que el ejército lo había capturado vivo y que lo habían matado ya en la mañana. Le decíamos Chemama; era un guerrillero nuevo y le dispararon cuando estaba ensillando. En ese momento ella corrió, pero unos metros más adelante cayó impactada por los disparos.”

Me parece que creyeron que era una guerrillera y le dispararon. Según los exámenes tenía tiros en la espalda y de frente y entonces dicen que son tiros 5.56 y que fuimos nosotros quienes le disparamos. Pero no, la orden que dimos fue la de retirarnos todos y en eso estábamos; cada quien comenzó a tomar rumbo en medio de una situación de tiros, de asalto enemigo, que no es nada fácil, y pasó lo que pasó. Los únicos que no pudieron salir fueron Chemama y ella. Ahí duramos cercados casi ocho días por los lados de La Nevadita que fue donde ocurrieron los hechos, sin tener claridad del desenlace porque nosotros lo que estábamos era tratando de salir de ese encierro que nos tendieron”.

Entonces quiero volver a precisar que la situación del secuestro y muerte de la doctora Consuelo se desencadenó a partir del momento en que se cambió la orden operativa original que nos dieron. Y eso fue un grave error cometido, que lo hicimos nosotros de nuestra propia cuenta y no por determinación de la Dirección del Bloque o del Frente al que pertenecíamos. Y en eso ni siquiera Ricaurte tenía responsabilidad porque a partir de que él nos despachó a la misión, nuestra unidad quedó autónoma. Él no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo. Digamos que lo que hay es una responsabilidad de esa unidad especial que llevaba la tarea que expliqué al principio, y que en ese momento estaba bajo las órdenes de los camaradas Amaury y César. Esa operación de hacer presencia nosotros mismos la convertimos en lo que ocurrió porque nadie nos mandó a retener gente. Pero los hechos se fueron precipitando así, como los estoy narrando, y terminaron en esa tragedia. Agregando, eso sí, que Amaury y César hicieron lo máximo que pudieron por tratar de que todos saliéramos ilesos de la persecución y cerco del ejército”.

En el proceso penal que me adelantaron a mí me condenaron y yo acepté lo del secuestro, porque sea como sea que hayan ocurrido los hechos, así ella fuera quien insistiera en irse con nosotros para no dejar a sus escoltas solos, lo concreto es que todo el grupo iba obligado por nosotros; pero no acepté lo del homicidio porque no es cierto que alguien haya dado la orden de ejecutar a doña Consuelo o que alguien de los que íbamos hubiese tomado esa decisión por su cuenta. Ahí lo que pudo ocurrir, si es que acaso no le disparó el ejército creyendo que era guerrillera, porque le tiraban a todo lo que se moviera, es que la doctora fuera víctima del cruce de disparos. Quiero repetir que eso fue un asalto en el que lo que veo, por como se dio, es que no fueron a rescatar a nadie y menos a proteger la vida de la doctora, porque llegaron disparando y tirando granadas a tutiplén. Un avión lanzaba luces de bengala y eso se iluminaba como si fuera de día, y parecía que iban era a acabar con todo porque también tiraron granadas de mortero”.

La narración de Ricaurte.

Ahora habla Ricaurte respondiendo a las preguntas sobre cómo sucedieron los hechos: “Yo me encontraba en Urumita (Guajira) a cargo de una Compañía del 59 Frente, entonces me solicita Leonardo que necesitaba 15 unidades y que las sacara de la gente que yo tenía. Procedí a sacar a Amaury y a César como mandos de los muchachos que seleccioné para cumplir la misión consistente en cruzarse hacia el lado de La Vega en la Sierra Nevada de Santa Marta, a hacer una exploración porque había información de movimientos constantes de los paramilitares a pleno día entre Valledupar y Patillal y que estaban cometiendo atropellos y asesinatos contra la gente de esa zona”.

En segundo lugar, había dos patrullas de policía que se movían por áreas aledañas al río Hurtado por dentro de Valledupar, todos los días haciendo exploraciones”.

A los que salen en misión se les da su orden operativa diciéndoles que se muevan discretamente; que hagan el operativo de registro y la inteligencia primero sin dejarse ver de nadie. A eso partieron y se les insistió en que no debían dejarse descubrir de la gente civil ni de vehículos; que no entraran a ninguna casa ni pasaran por caminos, sino que hicieran todo a campo travieso. Si no debían dejarse ver de gente que transitara en vehículos, mucho menos podían parar los vehículos o montarse en ellos reteniendo gente. Todas estas instrucciones fueron dadas clara y estrictamente a Amaury y a César, quienes salieron con el personal a los pocos días, sin reportarse más conmigo”.

Habiendo transcurrido por ahí una semana de que ellos salieran es que me doy cuenta que algo está sucediendo por datos que tomo con el escáner. Porque ni siquiera fue por comunicación de Amaury. Entiendo, y eso lo corrobora Guzmán, que en principio ellos se movieron hasta cerca de Potrerito en las estribaciones de la Sierra Nevada, por Sabana Grande, y de ahí fue que salieron hasta donde ocurrió lo del retén. Pero total es que Amaury y la gente designada partieron a la misión que expliqué; pero entonces ocurre lo del retén que fue una iniciativa de ellos que rompía lo indicado en la orden operativa; pues nadie, ni el camarada Leonardo, ni yo, les dijimos que podían dejarse ver y mucho menos que debían hacer un retén o tomar gente capturada para moverse en carros. Eso estaba totalmente fuera de la orientación entregada. Lo que en estricto debían hacer era una exploración y una inteligencia para corroborar los datos que ya teníamos sobre el movimiento de los paramilitares y de las patrullas de policía, y que a partir de ahí sacaríamos planes para golpear militarmente. Así era lo planificado hasta el momento. Entonces la noticia de lo que estaba ocurriendo nos sorprende a todos”.

Yo todavía no entiendo por qué dan ese giro a la orientación y resultan en La Vega montando el retén, porque lo cierto es aunque el personal que llevaban Amaury y César no estaba todo concentrado, pues una parte salió de donde yo estaba en Urumita, del lado del Perijá y la otra gente estaba del lado de la Sierra Nevada, a los dos mandos de la comisión se les dio clara la misma orientación y entonces debían juntarse como unidad especial para ejecutar el operativo de exploración e inteligencia”.

Agrega Guzmán que “sí, efectivamente, la gente que salió de Urimita fue un personal que tenía César porque Amaury estaba del lado de la Sierra Nevada cerca a Patillal. Ellos estaban más o menos por Sabana Grande y yo iba con los que salen del Perijá, con César. En eso de juntarnos es que se va como una semana hasta cuando nos reunimos y se produce lo del retén. Ricaurte no se da cuenta realmente de lo que ocurre porque no había comunicación fluida entre él y nosotros”.

Apunta Ricaurte diciendo: “yo quedo desconectado de los guerrilleros que salen a la misión y vuelvo a saber de ellos cuando escucho lo que sucede a través de escáner. Yo estaba en Urimita hacia arriba del Perijá -dice Ricaurte-, y lo que sucedió es que yo no pude siquiera hacer balance con la comisión para saber exactamente qué pasó, porque ocurren los hechos y yo quedo más desconectado todavía de esa gente. Entonces a mí me ponen preso en Valledupar en un momento en que salgo a hacer una diligencia de civil”.

La muerte de la doctora Consuelo fue en septiembre y lo único que yo tenía eran las informaciones de los noticieros, porque no había comunicación de HF y los operativos militares se intensificaron. Yo caí preso comenzando el año 2002 y no supe más de la gente. Así que hasta ahí lo único que yo conocía era la orden que me dio Leonardo, la orden que yo dí y los sucesos que se dieron y que se referenciaron en las noticias de radio y televisión, porque ya no hubo posibilidad de balance”.

Nuestra preocupación en ese momento no era retener a nadie sino golpear a los paramilitares de los que sabíamos que salían a hacer operativos constantes desde una finca que tenían en Badillo, desde otra de Hernando Araujo ubicada también en Badillo, y desde el Batallón La Popa. La versión que conocí es que pararon primero un vehículo para que los llevara a Guatapurí”.

Esto lo corrobora Guzmán insistiendo en que “el vehículo que detuvimos de último, casualmente era el de Consuelo Araujo, pero nosotros no sabíamos; cuando ese carro llegó ya estábamos preparándonos para levantar el retén y la idea que teníamos era irnos todos en carro para arriba de la Sierra, hasta Guatapurí y de ahí regresar los carros la misma tarde porque eso no está muy lejos. Y así fue; incluso unos carros los regresamos de La Mina, como ya dije, y otros dos los regresamos de Guatapurí muy temprano, al día siguiente, porque los mismos choferes decidieron pasar la noche con nosotros y mejor regresar en la madrugada. Y así lo hicieron quedando solo el carro de Consuelo Araujo de último. El carro de Consuelo lo recuperó el ejército en la zona, en Guatapurí”.

Ricaurte precisa que a él se le aclaran mejor las cosas cuando conoce las versiones de los integrantes de la fuerza pública que participaron del operativo y que fueron llamados a declarar. “Por ejemplo, y eso es verificable en los expedientes -manifiesta-, ellos dicen que el ejército tenía luz verde para actuar contra todo lo que se moviera. Lo extraño es que solamente llevaron dos a declarar, y no a todos los que participaron en el operativo. Hay versiones de un sargento que dice que les dieron luz verde. Y la otra versión que dieron los retenidos es que estaban en una casita cuando sonaron los tiros, y que los guerrilleros dijeron que el que quisiera salvarse corriera, y todos salimos detrás de los guerrilleros”. Así sucedieron las cosas, corrobora Guzmán expresando que “todos salieron corriendo tras de los guerrilleros. Esa versión la confirman los civiles acompañantes de Consuelo, entre las que estaban las hijas del Cocha. En las versiones que yo conocí, lo que dicen ellas es que en la dinámica del asalto finalmente cuando quedaron en manos del ejército, los soldados las llamaron a verificar si la muerta era Consuelo o era una guerrillera, porque estaba uniformada. Ellos mismos no sabían qué había pasado exactamente y quién había muerto; y es cierto que cuando se dan los hechos estaban en una choza indígena, que es la casita de la que hablan los testigos; pero una vez ocurre el asalto, los guerrilleros en medio del fuego iban saliendo del lugar. Se produce la reacción al fuego enemigo solo al comienzo y de una vez se da la orden de retirarse, pero el ejército sigue disparando. Todo eso es como muy simultáneo; de una, en la misma dinámica, el guerrillero a cargo de sacar a Consuelo estaba ensillando la mula para salir y ahí es que parece que lo matan o lo hieren y capturan porque existen versiones de los indígenas que dicen que lo agarraron vivo y lo mataron al otro día”.

Guzmán agrega que “cuando se da el asalto y se da la orden de retirada, Consuelo por si misma sale de la casita; ella alcanza a caminar fuera de la choza unos cincuenta metros; es decir, que no muere dentro sino fuera, a unos cincuenta metros, en una especie de trinchera de piedra que había en una bajada. Era como una muralla que nosotros rompimos para poder salir mientras respondíamos al fuego. Por ahí salió también Consuelo. Mi fusil era un AK-47, pero la unidad nuestra cargaba fusiles 7.62. El ejército llevaba también una ametralladora M-60 con munición 7.62 entre sus armas. Y cuando está trenzada la balacera se veía claro todo porque ellos lanzaron varias luces de bengala. Lo cierto es que para donde veían movimiento o escuchaban ruido, para allá disparaban”.

En las versiones del ejército -dice Ricaurte-, está la afirmación inicial de que al comienzo del asalto lo que se producen son seis disparos, uno de 7.62 y 5 disparos de 5.56. Ya cuando se desenvuelve el proceso no vuelven a hablar del disparo de 7.62. Un abogado que ya murió, hacía un cotejo explicando que había un tiro cuya trayectoria indicaba que era imposible que lo hubieran hecho los guerrilleros. Los tiros que mataron a Consuelo los tenía en el cuerpo”.

Ricaurte dice que a él lo incluyen en el proceso como coautor, “como la persona que había ordenado todo lo que sucedió, pero lo cierto es que mis órdenes llegaron hasta el momento en que despaché la comisión. A partir de ahí ellos quedan como unidad aparte que debe reportársele al mando superior”.

Guzmán añade que así fue el asunto y que él mismo, Guzmán, en el proceso aclaró que “Ricaurte no tenía nada que ver con lo que sucedió, porque esas fueron decisiones tomadas por quienes quedaron al mando de la comisión, que específicamente eran Amaury y César”.

Guzmán insiste en que “no fue la guerrilla la que mató a doña Consuelo, nosotros tratamos de sacarla de ahí, pero desafortunadamente, en la balacera cayó ella. Nunca hubo una orden de dispararle a ella ni a nadie del grupo y la idea era retirarnos y punto. Por eso yo admití lo del secuestro, pero no lo de haber sido quienes matamos a Consuelo. Por esa causa caí preso el 21 de abril 2005 y salí de prisión en el 2017. Estuve algo más de 11 años privado de la libertad. Ricaurte cayó preso a inicios de 2002 y salió en libertad por cuenta del proceso de paz en junio de 2016, ya casi cumplía condena, la fecha de salida la tenía para agosto”.

Agrega Ricaurte que “lo que yo he recogido de información es que cuando los muchachos pararon el vehículo de doña Consuelo no tenían ni idea de quienes se movían en ese carro ni en los demás, y ella para el vehículo confiada en que el retén era de los militares, que era la fuerza pública la que estaba haciendo ese retén. Y afirmo esto porque ella les dice con confianza, mira y ustedes que hacen ahí sucios, y cuando la echan para la trocha ella insiste en identificarse confiada en que los van a dejar pasar; ella estaba bastante convencida de que se iría una vez se identificara; además, por ahí mismo quedaba la finca de su hijo que es Sabana del Negro. Y ahí en esa finca, en La Vega Abajo, por El Buey, hay que decirlo, permanecían los paramilitares en coordinación con el ejército. Ahí estacionados con frecuencia, estaban no menos de trecientos paramilitares al mando de un tipo al que llamaban El Paisa y bajo mando del mismo Hernando Molina, hijo de Consuelo Araujo. Esto no era secreto para nadie. Y entonces lo que uno entiende es que los muchachos hacen ese retén también para que ese grupo supieran que las FARC estaban por ahí. Pero precisemos que, para las FARC, una cosa era Hernando Molina y sus compromisos con el paramilitarismo que azotaba la región y otra muy distinta era la doctora Consuelo. Nosotros no mezclábamos las andanzas de su hijo con lo que ella era como figura de la cultura en la región”.

También quiero aclarar, en honor a la verdad y la justicia, que el señor Hermes Guerra, de Patillal, entre otros que pusieron presos por el caso de lo ocurrido a la doctora Consuelo, nada tuvieron que ver con el asunto. De los capturados y condenados, los únicos que sí éramos guerrilleros y de una u otra forma tuvimos responsabilidad, fuimos Guzmán y yo, Ricaurte”.

Febrero 10 de 2020.

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