Septiembre 22 de 2019 A NUEVE AÑOS DE LA PARTIDA DEL MONO JOJOY

Septiembre 22 de 2019

A NUEVE AÑOS DE LA PARTIDA DEL MONO JOJOY

MENSAJE DE EDINSON ROMAÑA

Hoy, las unidades guerrilleras, milicianas y de Partido, como las estructuras de masas del oriente colombiano que adelantamos la tarea designada por la Dirección de las FARC-EP (La Segunda Marquetalia), de reorganizar y retomar la senda de la lucha revolucionaria marulandista y bolivariana, a nueve años de su partida, rendimos homenaje a uno de los más insignes guerrilleros del continente, al que cariñosamente conocimos con el nombre de El Mono Jojoy.

Hacemos una remembranza breve y sentida de esta fecha, para dar fe de su registro en la historia de la resistencia, como huella indeleble que es necesario seguir, si ciertamente tenemos el compromiso ético y político de no claudicar en la marcha por la Nueva Colombia, que fue su meta y es su legado.
Nuestro tributo de honores, es para un hombre sencillo, humilde, muy valeroso y destacado como pocos en la conducción de la lucha armada. Arte que aprendió directamente de la mano del comandante Manuel Marulanda Vélez, con quien recorrió gran parte del territorio nacional desde antes de propiamente ingresar a filas y, luego, por más de treinta años, como integrante de una fuerza insurgente a la que él mismo ayudó a crecer, a tomar fortaleza y sobre todo a lograr la dimensión moral que hoy, por sobre los reveces sufridos, le permite estar nuevamente haciendo siembra de esperanzas libertarias.

En esta etapa de reconstrucción y renovación de sueños, traer a cita el ejemplo y el temple del camarada Jorge, es traer a la conciencia, el recuerdo de que todo fariano es hechura de la sabia, de las aguas y de la arcilla de Marquetalia, cuna de las FARC, o del Centro Duda donde él nació cerca a Cabrera, con todas las historias de la época de luchas agraristas de Juan de La Cruz Varela y de la resistencia de Jacobo Arenas y de Manuel Marulanda Vélez en el fragor de las primeras batallas. En ese ambiente fue donde creció y llegó a ser el comandante del Bloque más grande de las FARC, el Oriental, al que El Héroe Insurgente de la Colombia de Bolívar, había asignado las tareas estratégicas de más proyección; y Jorge jamás fue inferior al compromiso. Por eso el recuerdo de lo que él fue no puede tener dimensión menor a la inconmensurable abnegación que imprimió a su vida como uno de los forjadores insignes del ejército guerrillero más poderoso de la América Nuestra.

El día de su partida éramos 440 los combatientes que estábamos a su lado, como parte de un gran núcleo de unidades que, a su alrededor, pelando casi de manera cotidiana contra las tropas enemigas, sumábamos tres mil efectivos. No menos de 60 toneladas de explosivos lanzaron sobre su campamento en evidencia de que el deseo de destruirlo era una obsesión que el enemigo quería concretar sin importar que tuviera que acudir al crimen del uso desproporcionado de la fuerza. Desde las dos de la madrugada del 10 de agosto de 2010 se desataron los bombardeos, involucrando a decenas de aviones y helicópteros; de tal manera que, a las siete de la mañana fue cuando pudimos iniciar el combate frente a frente con los soldados desembarcados, desarrollando acciones que se prolongaron un mes hasta el día que, en medio de las intensas peleas, en un claro del territorio que teníamos más o menos controlado, hicimos el entierro simbólico de nuestro camarada.

Hubo inteligencia militar, sí; hubo siembra de micro chips, sí; pero hubo también el veneno de la traición de parte de infiltrados plenamente identificados de los que en algún momento tendremos que develar sus nombres. Pero todo tiene su tiempo y ya llegará el momento de indicar responsabilidades respecto a este y a otros casos tristes que han cobrado la vida de revolucionarios que creyeron y lo dieron todo por la emancipación de nuestro pueblo. Sabremos tener paciencia.

Estábamos realizando una reunión de Estado Mayor del Bloque cuando ocurrieron los luctuosos hechos. Después de una jornada intensa de trabajo, a eso de las 17:00 los mandos salieron hacia sus campamentos. Reiniciaríamos a las 02:00; pero, preciso a esa hora inició la lluvia de explosivos. En medio del combate, el monitoreo dejaba en claro que el ataque no cesaría pronto porque los pilotos insistían en que ese era el sitio y que había que demolerlo, “borrarlo del mapa”; que el dispositivo electrónico que habían plantado estaba ahí arrojando señal. No era el primer bombardeo de ese período. Veníamos en una rutina de combates dese le mes de marzo, con despliegue de pertinaces ataques de aviación; pero de todos habíamos salido bien librados. Ese día fue diferente, las bombas cayeron sobre la fortificación desde donde despachaba El Mono; seguramente a esa hora estaría trabajando a la luz de una vela, como solía hacerlo ya de costumbre.

Por más que intentamos no pudimos sacarlo de las ruinas del búnker bajo el que quedó sepultado. Remover la tierra habría ocupado cuatro días de trabajo, así que los primeros que se abrieron paso a punta de plomo para rescatarlo no lo lograron. Cuando hicimos el segundo intento, luego de ocho días de combate, ya se lo habían llevado. Ocho camaradas más murieron a su lado.
Los combates se prolongaron finalmente por más de cuatro meses en la Serranía de la Macarena. Y los farianos y farianas que allí combatieron dejaron constancia de lo que es el temple de los guerrilleros bolivarianos que sacarán adelante el ideario de nuestros fundadores y de las mujeres y hombres que, como Jorge Briceño Suárez, entregaron sus vidas por la causa de la emancipación de los colombianos, por la Patria Grande y el socialismo.

¡Gloria eterna al Comandante Jorge Briceño!

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