No más masacres, no más guerra sucia en el Cauca

El departamento del Cauca es un territorio habitado por comunidades indígenas, afro, campesinos, entre otros grupos sociales, que han emigrado de diferentes zonas del país, eso hace que esta sea una región multiétnica y pluricultural, muy rica en recursos humanos y naturales, y a su vez afectada por muchos problemas sociales de carácter estructural. Estos problemas no son en lo absoluto responsabilidad de su gente, sino del Estado colombiano, que en vez de soluciones sociales ha aplicado una política de marginación, exclusión y muerte.

El Cauca sufre una grave crisis humanitaria sin precedentes desde hace décadas, por la incapacidad de los gobiernos de turno y sus élites políticas que han expoliado esta región a través de sus proyecto de agroindustria y minero-energéticos.

Esa crisis humanitaria está reflejada en el abandono estatal del Cauca, sometido durante mucho tiempo. Ninguno de los gobierno de turno ha sido capaz de solucionar el problema de tierras a negros, indígenas y campesinos con una verdadera reforma agraria, porque sus intereses han estado dirigidos a aumentar las arcas del bloque de poder dominante. Es importante resaltar que en los departamentos del Valle del Cauca y Cauca se concentran las élites mas poderosas del país, los Mosquera Cháux, los Paz Bautista, los Gilinski, los Eder Garcés y los Carvajal, entre otros.

La construcción de vías, redes eléctricas, mejoras en la salud, vivienda, educación y la solución concertada a los cultivos de uso ilícito, son fenómenos que han venido creciendo sin ninguna respuesta positiva del Estado, pasando por encima de los acuerdos entre el gobierno y las comunidades. La única solución que han recibido estos departamentos son políticas policíacas y represivas a un fenómeno que es social y no militar.

Hoy el Cauca, al igual que otros territorios, sufre la estigmatización del establecimiento por tener en sus suelos cultivos de coca, marihuana y la actividad de actores armados, pero se olvidan que la traición a los Acuerdos de la Habana por parte del gobierno Duque, y su partido Centro Democrático, frenaron la única posibilidad cercana de solución a este problema y al desarrollo de la región.

La clase política colombiana es de lo mas perverso y miope del planeta. La guerra contra las drogas lleva cerca de 50 años sin ninguna solución real, porque los capitales que se acumulan por esta economía ilegal, finalmente le son funcionales al capital nacional y transnacional y profundiza la acumulación a través del lavado de dinero en la banca y otros negocios.

Ya son cinco décadas desde que los gringos descubrieron que los cultivos de marihuana y coca son un gran negocio, y mientras ellos se enriquecen, los campesinos cultivadores que son el eslabón mas débil de la cadena productiva,son reprimidos y empobrecidos. Son los cultivadores pobres los que han puesto los muertos, los presos, los que han sufrido el arrasamiento de sus tierras, los que han sido desplazados y los que han terminado enfermos por culpa de las fumigaciones y la destrucción del medio ambiente. Los campesinos son tildados de terroristas y financiadores de la guerra.

Todo eso sucede en los campos colombianos, mientras por lo alto, empresarios, políticos, altos mandos militares, llenan sus chequeras producto del contrabando de las drogas y la importación de las materias primas para el procesamiento de la hoja de coca.

De los cargamentos de droga se sabe solo hasta cuando llegan a la frontera de los Estados Unidos, las centrales de inteligencia tienen monitoreados sus destinos y sus responsables, pero de la frontera hacia el interior de los Estados Unidos hay una zona gris que permite la distribución en las principales ciudades de Norteamérica. No hay un gringo mafioso extraditado, no hay un gringo mafioso preso en el país del tío Sam, pero el gran consumo está en los centros urbanos de Europa y Norteamérica. Esta es la doble moral del imperio, con sus aliados en Colombia y Latinoamérica.

Como revolucionarios, y como movimiento guerrillero fariano,nos solidarizamos con las comunidades indígenas del Cauca, con sus familiares y amigos por la tragedia que están viviendo. Nos duele la muerte de toda la gente del pueblo humilde del Cauca y de Colombia, del mismo modo que nos duele la muerte de soldados, policías y guerrilleros. En un principio creímos que con los acuerdos de paz la guerra sería asunto del pasado, pero la traición del Estado colombiano nos demuestra que la élite colombiana es asesina y fratricida.

Hoy la realidad es otra, hay un país anarquizado, un gobierno incapaz e inoperante, que solo gobierna para beneficio de castas poderosas.

Le decimos al Cauca, al pueblo colombiano, al pueblo raso, que nuestras armas están al servicio de la Colombia humilde, defiendo la dignidad, los bienes e intereses dela gente del común.

Rechazamos rotundamente, a quienes, engañosamente a nombre de la Segunda Marquetalia,están masacrando a los comuneros en el Cauca. Ningún favor le hacen estas personas a la paz y a los cambios sociales que Colombia necesita. Estas acciones solo exacerban la guerra y los odios entre el pueblo, dándole argumentos a la extrema derecha y a todo el bloque de poder contrainsurgente. Señalamos especialmente a los medios masivos de comunicación, como Caracol Radio y Televisión y RCN que, con la generación de sus matrices de opinión, tienen gran responsabilidad en la difusión y la profundización de la guerra en contra del pueblo y todo el movimiento social y político.

Continuaremos en la lucha por la unidad de todos los sectores sociales. Sólo la unidad, nos dará vida digna y libertad. EL CAUCA EXIGE VIVIR EN PAZ.

Fraternalmente,

Walter Mendoza

Noviembre 5 de 2019

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