Las Movilizaciones Estudiantiles

 

Octubre 10, jueves, nuevamente se escucha la voz y el tropel de los estudiantes con sus espíritus de viento, volando sobre la patria desde las urbes de hormigón, contrastes de opulencias y miserias, en que se anida la gula de un establecimiento indolente que les incumple cada acuerdo, cada promesa, provocando la indignación de la protesta que luego es tildada de vandalismo por el establecimiento.

Les tienen miedo porque no tienen miedo”, se lee en algunas hojas volantes que se refieren al arrojo de los universitarios. “Son vándalos”, gritan desde la “gran” prensa; y el gobierno en boca de la ministra Nancy Patricia, aconseja “no seguirles la corriente a los infiltrados”. Pero resulta que se descubre que los infiltrados son agentes del Estado que instigan a la violencia para justificar la brutalidad policial y la represión. Esto es de Ripley, ¡aunque usted no lo crea! Ahora solo falta que como respecto a la protesta ciudadana en el Ecuador, los de arriba digan que el responsable de las justas manifestaciones de los últimos días, es el presidente de Venezuela Nicolás Maduro.

Un cartel colorido se despliega en la fachada de la Universidad Javeriana de Colombia, ¡oh sorpresa!, destellando el mensaje “EDUCAR, LIBERAR O DOMESTICAR. ANTE REPRESIÓN, DIGNIDAD Y HUMANIDAD”. Y desde la “Distri”, donde la hierve la indignación por la corrupción en las altas esferas directivas, algunos coros responden: “No importa el estrato de la universidad, sino el alma libre del estudiante”. El ánimo de protesta y de propuesta parece contagiarse a lo largo y ancho del país desde cada Campus que se desborda como rio de colores y entusiasmo sobre las calles y plazas de las grandes y medianas ciudades: “¡Clara mañana de estudiante! / con tristezas de amor ungida, / y aquella furia de gigante/ por llenar de triunfos la vida!”.

Un vistazo a las noticias de ayer y de hoy. Por más que desde los altoparlantes del régimen se quiera desdibujar el altruismo de las jornadas de protesta, es imposible impedir que se escuche nuevamente como una constante indeleble la resonancia en ecos, del Grito de Córdoba, de la Reforma Universitaria de 1918 y su vigencia para definir el destino del movimiento estudiantil del siglo XXI.

No es menos gigante esta generación de soñadores que aquella que llevó a realización el intento al menos de transformar la Educación Superior, imprimiendo valores de humanidad que fueran más allá de cualquier esquema de sumisión y resignación frente a las injusticias que padecía y sigue padeciendo nuestra América frente a las oligarquías sumisas a Washington.

Con el humo de los tropeles y las consignas decorosas de los jóvenes que hoy marchan saliendo de universidades públicas y privadas, del SENA y otros establecimientos, en Bogotá, en Medellín, en Barranquilla, en Cali, en Bucaramanga, en Tunja, en Popayán, etc., etc., superando cualquier temor y enfrentando la ferocidad del ESMAD y las amenazas de un régimen probadamente terrorista que persigue, judicializa, asesina, desaparece y encarcela a sus adversarios más críticos, o a quienes se atreven a enfrentar su indolencia, se levantan vividas las banderas de la esperanza en los propósitos de cambio.

Función social, autonomía, elección de autoridades, cogobierno, extensión universitaria, acceso por concurso y periodicidad de las cátedras, libertad de cátedra, cátedra paralela y cátedra libre, universalidad, gratuidad, calidad, vinculación de docencia e investigación, inserción en la sociedad, solidaridad latinoamericana e internacional, unidad obrero estudiantil, transparencia…, son estandartes que siguen en alto en manos de los estudiantes, sumando también preocupaciones que atañen al rumbo de un país azotado por la corrupción, y todas las injusticias que se derivan de las políticas hambreadoras y vende patria que rigen y que han sumido al país en una violencia interna de nunca acabar, porque hasta los acuerdos de paz han sido burlados con perfidia y terror en Colombia.

Parafraseando el Manifiesto Liminar, decimos que los dolores que quedan son las libertades que faltan; que es hora de llamar a todas las cosas por el nombre que tienen, quitando vergüenzas y sumando libertades, sin temor a equivocaciones, atendiendo a las resonancias del corazón, construyendo la hora americana, destruyendo los anacronismos que se niegan a desaparecer porque “el chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes”.

Y aquí vale subrayar que, como entonces y en cada época del movimiento estudiantil, proponer criminalizar en vez de atender la justa protesta, no es otra cosa que fascismo. Y es negar que muchos actos de violencia no son sino la respuesta al terrorismo de la indiferencia institucional y al salvajismo de sus fuerzas represoras. Además, frente a tanta desidia institucional, nada diferente se puede esperar, que el ejercicio de la irreverencia en las ideas y acciones de quienes se atreven a pensar.

Una verdadera revolución necesita el campo de la educación comenzando por el fortalecimiento de sus universidades. Pero un cambio profundo en las universidades requiere de un cambio profundo en la sociedad. Y dentro de este criterio, es indiscutible que la juventud tiene derecho a decidir por si, sobre su propio futuro.

Desde las montaña insurgentes de Colombia, FARC-EP

Octubre 11 de 2019

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