Coronavirus Covid-19 y hambre

 

Coronavirus Covid-19 y hambre:

LAS PANDEMIAS DEL SIGO XXI

Por Jesús Santrich, El Disidente.

Considerando que en este inicio de abril la organización Mundial de la Salud (OMS) calculó en casi un millón de infectados y en alrededor 50 mil los muertos en el planeta, por cuenta de lo que con preocupación valora que es una rápida expansión del coronavirus COVID 19, cuando usted esté leyendo esta nota, con certeza las cifras aquí consignadas referidas a la pandemia, habrán cambiado de manera desfavorable para la salud de la humanidad y seguramente la parálisis del mundo del deporte que incluye el aplazamiento de las olimpiadas en Japón, será poca cosa en comparación con las consecuencias por lamentar.

En su sentido más general, la palabra pandemia, procedente de vocablos griegos y que significan enfermedad de todo un pueblo, tiene la acepción de ser una afectación o enfermedad infecciosa que se presenta en los humanos (puede ser que afecte también animales) a lo largo de un área geográficamente extensa.

La OMS, había definido el concepto como “Infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países, con una mortalidad significativa en relación a la proporción de población infectada”. Pero desde 2009 había eliminado la característica de “mortalidad” de su definición y estableció que para considerar la existencia de una pandemia se requería:

  • La aparición de un virus nuevo, que no haya circulado y por tanto no exista población inmune a él.

  • El virus debe tener la capacidad de producir casos graves de enfermedad.

  • El virus debe tener la capacidad de transmitirse de persona a persona de forma eficaz.

Estas tres condiciones se presentan hoy respecto a la aparición y contagio del coronavirus en su versión COVID 19, el cual ya ha tocado países de todos los continentes.

Tenemos el infortunio de que en muchos países afectados, entre ellos Colombia, ningún hospital tiene condiciones para enfrentar suficientemente la crisis pandémica, con la particularidad de que en nuestro territorio, de la irresponsabilidad se salta a la improvisación y de esta, al abuso de la paciencia de la población, como ocurre con la reciente medida de gobierno que con la excusa de la lucha contra el coronavirus, toma los recursos de los entes territoriales para dárselos a bancos y empresas privadas, que es lo que ocurre con el decreto 444 que, entre otras cosas, de ninguna manera establece prevención ni corta la cadena de contagio que en pocos días ya sumaba 19 muertos y sobrepasó la barrera del millar de afectados (1.161 al 2 de abril); cifra que surge de evaluaciones poco fiables dentro de un sistema de salud pública precario por su creciente privatización, desfinanciación y abandono, expresado por ejemplo en hechos como que cerrando marzo solamente había una máquina para elaborar las pruebas de contagio, la cual había sufrido algunos daños que la sacaron temporalmente de uso; en la mayoría de los hospitales no habían trajes para fluidos, adecuados para atender la emergencia y mucho menos el personal y los medicamentos suficientes. Y en el colmo del descaro, el gobierno del sinvergüenza Iván Duque, el Chanchito Malandrín, hasta ha utilizado la emergencia sanitaria como cortina de humo para tapar las pestilencias que han salido a flote desde sus unturas con los negocios torcidos (caso Odebrecht) y con el narcotráfico (caso Rastrojos y caso Ñeñe Hernández, financiador de su campaña presidencial), que han quedado en evidencia con los audios, videos y fotografías que son de público conocimiento.

Volviendo al tema principal, desde el lunes 16 de marzo, la OMS había advertido sobre la aceleración del contagio, y aunque cree que es posible frenar o cambiar el rumbo de su avance existen lugares como en Italia, donde el problema ha llegado a tal punto que en un mismo día se han producido 400, 500, 600 y 700 muertos que en muchos casos tienen que ser retirados en camiones militares y se han dado escenas que recuerdan capítulos de la Segunda Guerra Mundial en que brigadas de soldados retiraban muertos para incinerar por centenares, y se presentaron momentos en que desbordados y colapsados como están los recursos sanitarios, los médicos se vieron obligados a priorizar atenciones a quienes tuvieran mayores posibilidades de vida. España no presenta un panorama menos dramático, con algo más de 117.000 infectados y un poco más de 1.000 fallecidos al cerrar el dos de abril. En ambos países el panorama de hospitales, morgues y cementerios colapsados y ciudades desoladas con una población en pánico frente a la coyuntura, es aterrador. Y en la misma Francia, donde supuestamente estaban tomadas todas las previsiones, los voceros de la comunidad médica han dicho que el sistema de salud se encuentra al borde de la asfixia y en estos momentos hay ciertos medicamentos que se están consumiendo entre 10 y 20 veces más que en épocas normales, presentándose carestía y escasez de varios de ellos.

Viendo de conjunto a Europa, excepción hecha de Rusia, la falta de personal especializado para atender los casos de salud, se combina con la carencia de medicamentos y equipos. Ya no se trata solamente del agotamiento de los cupos en los hospitales propiamente dichos, sino también en los hoteles, instalaciones de otros tipos y tiendas de campaña dispuestas para sortear la situación. Y en lo que a la atención de los afectados toca, las autoridades se han visto obligadas a llamar a médicos retirados, personal con experiencia en primeros auxilios, estudiantes y voluntarios.

Definitivamente, se está poniendo a prueba la responsabilidad de la “comunidad internacional”, pero grave se ve el panorama porque aunque los avances de la ciencia y de la medicina del siglo XXI deberían darnos garantías de solución rápida y efectiva a lo planteado, lo que observamos son las insensateces reiteradas de potencias como Estados Unidos que aún en medio de la emergencia sanitaria mundial, persiste en mantener injustas medidas de intervencionismo, agresión, sanciones y bloqueo económico que cobijan, incluso, productos médicos, farmacéuticos, de laboratorio, desinfectantes, etc. que son requeridos por países contra los que ha impuesto y mantiene medidas de presión imperial para doblegarlos, aunque estén en plena lucha contra la pandemia, tal como ocurre con Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua, por ejemplo.

Particularmente para el caso de Irán, los chantajes y amenazas contra las compañías que comercian productos sanitarios con la nación persa se ha convertido en un verdadero terrorismo médico, que afecta el conjunto de sus capacidades científicas y de maniobra en la atención de la salud y en particular de esta emergencia mundial, constituyendo un crimen infame, absolutamente condenable, que nos pone de presente, claramente, que para los capitalistas lo que más importa son sus intereses, sus negocios, sus ganancia y no las consecuencias que contra el ser humano tengan las tiránicas determinaciones desatadas contra aquellos que no se subordinan a sus dictámenes.

En el anterior mes de marzo, en el contexto del desenvolvimiento de la pandemia producida por el coronavirus COVID 19, tres ejemplos de declaraciones muy difundidas de altos voceros del capitalismo mundial nos dan mejor idea de la anterior afirmación: Dan Patrick, Vice gobernador de Texas, afirmó que “los abuelos deberían sacrificarse y dejarse morir para salvar la economía en bien de sus nietos y no paralizar el país”; Christine Lagarde, presidenta del Banco Central de Europeo manifestó que “los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la economía global. Tenemos que hacer algo y ya” y Taro Aso, ministro de finanzas del Japón pidió a los ancianos del país que “se den prisa en morir” para evitar que el Estado tenga que pagar su atención médica.

Dejando claro estas manifestaciones que como efectivamente lo reflexionaba Carlos Marx, “el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”, sin tener en cuenta la salud ni los derechos de los ciudadanos.

Frente al avance del COVID 19 nos debemos preguntar si acaso ahora, agregando la perversidad de desnaturalizados capitalistas, estamos repitiendo la historia de pandemias olvidadas, como la gran epidemia de gripa de 1918. Ojalá que no, porque sería como caer en un absurdo, repetir por insensatez cosas que son previsibles y dominables con las capacidades científico-técnicas del presente. Y mayor disparate criminal se produce cuando esas posibilidades se niegan adrede, como ocurre en los casos que hemos mencionado, donde EEUU agrede conscientemente con su infame bloqueo y sus amenazas sancionatorias y de orden militar.

Pese al desvarío yanqui que obstruye el trabajo y complica el combate contra la pandemia, en el caso de Irán, su gobierno ha hecho esfuerzos titánicos limitando el contacto físico entre la población, ordenando el cierre de los cultos religiosos masivos, espectáculos culturales y públicos en general, etc. Y dispuso centros de salud, hospitales de campaña y todos los métodos para frenar al COVID 19, involucrando a las fuerzas armadas a las que puso a actuar como si se tratara de un ataque biológico, porque con razón para la fecha 23 de marzo tomó fuerza el convencimiento de que el coronavirus era producto de una guerra biológica de Estados Unidos contra este país y China. Al respecto médicos iraníes pidieron la destrucción de laboratorios biológicos en la región de Asia Occidental. Así lo expresaron en una carta dirigida a los presidentes de la región, y el mismo 23 la cancillería china también dijo que había pruebas para creer que el nuevo coronavirus fue producido y propagado desde 2015 por científicos estadounidenses.

Irán procedió con la creación de bases de combate contra el coronavirus que se emplean a fondo coordinando con toda la institucionalidad la ayuda para la detención del COVID 19. Y los contrales han tenido positivos resultados, pero sin embargo el bloqueo que no cesa es responsabilidad de la mayor dimensión en muertos que ha alcanzado la pandemia y que ubica a Teherán, juntó a Milán y Corea del sur como lugares que albergan miles de contagiados, elevándose cada día el número porque todavía no se ha logrado su control, y por el contrario se suman centenares de muertos por día. La insistencia de sus autoridades, entonces, es que EEUU suspenda las sanciones y el bloqueo al menos sobre elementos sanitarios.

Francia, Alemania y el Reino Unido, preocupados por la gravedad de la expansión, expresaron su decisión de apoyar la lucha mundial contra el coronavirus y prometieron no dejar por fuera a Irán.

Trump, el ególatra presidente del país agresor, seguramente pensaba que el virus era mal solo para otros y no para los estadounidenses, pero el impacto de la pandemia ha tocado casi todos los ámbitos a escala planetaria, al punto que al tiempo que el FMI advertía que la pandemia podría ser un freno para el crecimiento de la economía global para este año 2020, se evidenciaba la caída de las bolsas globales. Los principales mercados bursátiles del mundo sufrieron el golpe, y en ello Estados Unidos ha sido uno de los países más afectados. El lunes 16 de marzo fue el desplome en Wall Street y las más importantes bolsas del mundo convirtiéndose en el más notorio desde el lunes negro de 1987. El índice Dow Jones sufrió una caída en algo más del 12%, la mayor en tres décadas y la segundo mayor en sus 124 años de existencia. El SP500 también cayó en 12 %, de tal suerte que luego de su displicencia frente al tema, Trump tuvo que admitir que sí era posible que la economía entrara en recesión pero que sería una situación muy temporal. Sin embargo, y es fenómeno que se presenta en todo el orbe, las medidas sanitarias han afectado a un amplio número de empresas y por ende a sus trabajadores, sin que se observe razones para augurar que la situación no empeorará. Evidentemente la pandemia puso fin a varios meses de crecimiento económico y al lado del desplome de Wall Street, en la poderosa nación del norte reina una gran incertidumbre porque se temía que la cifra de contagios y fallecimientos fuera mucho mayor de lo que presentaban las estadísticas oficiales.

Y claro, ocurrió lo que tenía que suceder, y es que el país que se cree ser la primera potencia económica y militar del planeta comenzó a registrar el mayor índice mundial de contagio (con más de 170.000 infectados hasta el 01 de abril) y mayor número de muertes (no menos de 3000 víctimas). En New York, el primer caso se presentó el 28 de enero, pero durante el primer mes posterior la desidia fue monumental y cuando se quiso reaccionar tanto la ciudad con el Estado del mismo nombre, eran muestra de lo que la irresponsabilidad e improvisación pueden lograr: la urbe más rica del imperio más poderoso del planeta, comenzó a registrar los mayores niveles del brote a nivel mundial, dando la visión de una ciudad con calles desiertas, los hospitales y depósitos de cadáveres atestados, un hospital de campaña instalado en el Central Park y su población perpleja y atrincherada en sus casas por efecto de semejante descuido.

La gran Manzana en el inicio de abril concentraba el 50% de los casos de la nación del norte sin que se vean muestras de mejoría, y la lentitud en la toma de las medidas sanitarias fue, sin duda, la causa del desastre que seguramente en poco tiempo se verá reflejado en todo el país, con el agravante de que el Presidente Donald Trump, aunque contra su voluntad ya tuvo que agradecer a Moscú el traslado de un avión con insumos para enfrentar la peor crisis sanitaria vivida por EEUU en los últimos tiempos, seguramente por insania no ha creído necesario todavía decretar la cuarentena, y los informes oficiales sobre la situación no dan certeza de nada diferente a que la potencia militar no tiene un manejo claro de su propia situación y, menos, condiciones para ayudar a sobrellevar la de otras latitudes, aparte que los especialistas creen que en un par de semanas su sistema de salud habrá colapsado. Por eso Irán, aparte de argumentar su lógica desconfianza, observa la incapacidad de Estados Unidos en el manejo de la crisis y ha rechazado rotundamente la “ayuda” para luchar contra el coronavirus que le ha ofrecido el gobierno norteamericano en una actitud contradictoria si se toma en cuenta la reimposición reciente de las sanciones yanquis que han tenido un impacto devastador sobre la vida de los iraníes.

La naturaleza de las sanciones, simplemente, es inhumana, pero en la nación Iraní, la lucha contra el COVID 19, se ha convertido en algo más que un combate contra el coronavirus, pues se trata de una lucha contra las medidas que desde 2018 le impusieron las autoridades gringas, que no permitieron la entrada de medicamentos esenciales aparte de que las sanciones bancarias y financieras impidieron el pago de medicamentos a los países que los han suministrado.

Ahora, entonces, Irán no pueden conseguir pruebas para el diagnóstico, ni antigripales, ni máquinas respiratorias, por ejemplo, y el bloqueo ha llevado a varios países a suspender el comercio humanitario con Irán, que si bien es un país que trabaja arduamente por la fabricación de una vacuna, se cree que podrían lograrlo pero no antes de un año.

No es esta la primera ni, hasta ahora, la más grave pandemia en la historia de la humanidad, que generalmente devienen de zoonosis que han aparecido con la domesticación de animales. Entonces, nunca estará de más para generar conciencia, recordar las dimensiones de espanto que puede alcanzar un fenómeno de salud pública como el que hoy azota al mundo con el caso del coronavirus. Se cuentan la viruela, la difteria, la gripe, la tuberculosis, la tos ferina, la fiebre tifoidea, el sarampión y el VIH, entre otras que han causado números enormes de pérdidas humanas que se cuentan, en diferentes épocas, por millares, centenares de miles y hasta millones de muertes.

En el caso de América, entre las más antiguas epidemias, por ejemplo, está la de viruela que acabó con la mitad de la población nativa de la isla La Española en 1518 y con no menos de 150.000 mexicanos en 1520, anotando solamente la población de Tenochtitlán, entre quienes murió el emperador, lo mismo que en el Perú en 1530, en el que las pérdidas fueron de similares dimensiones. Un poco más tarde, hacia el año 1600, el sarampión mató a dos millones de nativos mexicanos.

Durante la Primera Guerra Mundial sucedió la epidemia conocida como la gripa española, que así se mal llamó no porque empezara en España, sino porque ahí se informó sin censura sobre el fenómeno en tiempos en que por el desarrollo de la confrontación bélica los países involucrados en ella no informaban sobre la enfermedad que en la realidad estaba diezmando a las tropas en los frentes de batalla.

Tal circunstancia nos dejó la enseñanza que el secretismo contra la libertad de expresión lo que hace es no ayudar a resolver el problema. Es esta realmente la historia de una epidemia olvidada que nos indica que en vez de fabricar tanques, aviones de guerra y misiles, la economía debe ser para resolver las necesidades básicas de la gente y para enfrentar o evitar con prevención, por ejemplo, epidemias de este tipo capaces de poner en riesgo el futuro de la especie. Lo cual impone el deber humano de vencerla entre todos sin mirar en sacar provechos geopolíticos, o botines materiales o de liderazgo éticamente inadmisibles si observamos que las catastróficas consecuencias de los eventos que en el caso de la pandemia con la que estamos ejemplificando, las estimaciones más antiguas indicaban que murieron entre 40 y 50 millones de personas, mientras que estimaciones actuales derivadas de estudios científicos más avanzados, mencionan entre 50 y 100 millones de víctimas.

Se calcula que en China murieron 30 millones de personas, las cuales constituían por entonces aproximadamente el 35% de la población de aquella época. En el Ejército de China, se cree que el 35% de las tropas que se enfermaron murieron. En Estados Unidos la afectación fue del 28% y los muertos fueron entre 500.000 a

675.000 personas. En Francia murieron al igual que en Italia 400.000 personas, En Reino Unido 250.000, en España 200.000, en la India británica de 10 a 17 millones, en el África subsahariana 1,5 a 2 millones, en Australia 80.000, en Chile 40.113 personas, etc.

Esperemos que con el concurso del conjunto de la población la pandemia no se convierta en tragedia nacional sumada a la desgracia mundial que ya es. El problema, como ya hemos visto mencionando la situación de los mercados bursátiles, no se limita a lo estricta ni fundamentalmente sanitario. Su impacto toca todos los niveles y escenarios de la vida cotidiana y en mucho del plano económico, con la paradoja que al tiempo que existe preocupación por mantener los motores de la economía encendidos, se exige que la gente permanezca en los hogares, y se toman otras medidas de aislamiento social para controlar el contagio que de una u otra manera impactan sobre la producción. Por ejemplo, cuando comenzaron las alertas y la evidencia de la expansión del coronavirus en Europa era un hecho, la caída en la demanda no se hizo esperar, sobre todo debido a restricciones de urgencia adoptadas por países como Italia, España, Francia y Alemania que generaron una especie de corto circuito en la marcha de la economía.

Entre las muchas afectaciones generalizadas se resaltan la caída del precio del petróleo, la semi parálisis de la producción, el hundimiento de los mercados de valores y la caída del consumo sin la existencia de programas de contingencia, configurándose una situación que expertos y mandatarios han comparado con la crisis de los años treinta del siglo pasado, precisando eso sí que la recesión no es un efecto del coronavirus solamente; quizás este la potencia, pero su marcha ya era inexorable por otras causas.

El primer ministro de Francia Eduard Philip expresó que estaban enfrentándose a la peor crisis sanitaria de los últimos 100 años, la cual provocará un frenazo brutal y masivo al conjunto de la economía y al modo de vida de la población en Europa y el mundo. A la orden del día se pone la cooperación y la solidaridad por que los males que le depare la situación a cualquiera, nos terminarán afectando a todos. A manera de ejemplo, a propósito de los efectos económicos en Europa, desde que se anunció la crisis en España los efectos sobre el mercado laboral no tienen precedentes. Se perdieron 900.000 empleos y la cifra de parados se elevó a 3.5 millones, la seguridad social restó 900.000 afiliados menos y el número de desempleados se cifró en 302.265 desempleados según los ministerios encargados.

Respecto a nuestra región el panorama tampoco es alentador. Analistas del FMI como Alejandro Berne conceptuaron que el impacto de la pandemia para la América Latina y el Caribe será muy fuerte sobre todo en los países que dependen de la venta del petróleo que estarán afectados enormemente por la caída del precio del crudo en el mercado internacional y por la fuga masiva de capitales, la contracción casi total del turismo, la ausencia de inversión extranjera directa y la ruptura de las cadenas de suministros por la paralización de la economía en el mundo desarrollado.

Las bolsas de valores en el continente también sufrieron caídas en marzo, que fluctuaron entre el 10 y el 15% (Sao Paulo 12%, Santiago 14% y la bolsa de comercio de Buenos Aires en 10,20 % y la de Colombia, en 15%, por ejemplo); al tiempo, en Europa el promedio del desplome fluctuó en el 5%; las plazas asiáticas fueron más moderadas pero con bajas como la de la India en 5,9 %, Tokio en 2,5% y Hong Kong en algo más del 4%.

Lo más inquietante es que pese a disposiciones como las cuarentenas, el cierre de fronteras marítimas, aéreas y terrestres que se han tomado en casi todos los países, el contagio creció, y el pánico se ha generalizado, haciéndose evidente que la sensatez exige como prioridad unirnos para arreciar las precauciones que se requiera para frenar el contagio, salvar vidas humanas, proteger el tejido social y para superar una crisis sanitaria que impacta diversos espacios y niveles del diario vivir. Tenemos que auto imponernos y persuadir a todo el que podamos de elevar la vigilancia, el autocontrol y control constante y sistemático de las previsiones y medidas más elementales que pueden ayudar a neutralizar la propagación como esa del aislamiento social, o la más sencilla de lavarse con constancia las manos con agua y jabón, y evitar los contactos físicos. Tomar ejemplo de quienes mejor han sorteado el problema, también es un deber que se impone, no solamente en lo que concierne a la aplicación de las restricciones sino a las acciones de protección laboral, protección salarial y protección social como de todos los recursos de sobrevivencia de los trabajadores informales y de la totalidad de la ciudadanía, sobre todo los más vulnerables.

Cuba, pese a sufrir las criminales medidas sancionatorias y el bloqueo yanqui, ha sido ejemplo del combate al virus en todos estos campos. Las acciones que ha tomado establecen tres etapas en el control de la pandemia, procediendo a aplicar en estricto las medidas que exigen los protocolos de salud, adecuando cada procedimiento a las características de cada caso, tomando como base principal de sus acciones frente al riesgo sanitario real al conjunto del tejido social, que cuenta con una población educada, informada, solidaria, disciplinada, y con un sistema de salud y una comunidad científica, más una defesa civil y un partido de gobierno en disposición de servir a sus compatriotas y al mundo.

La primera etapa que definió fue la pre-epidémica o fase uno que trata de la ubicación de los casos que le han llegado del exterior, haciendo pesquisas audiencias sanitarias y otros mecanismos de evaluación; la segunda fase consiste en la ubicación de la transmisión autóctona limitada, que es el proceso de ubicar a quienes han llegado a contagiarse sin tener contactos o nexos con viajeros sino que ya se han generado desde el interior de las comunidades. La tercera es la epidémica.

Las medidas adoptadas para proteger a la población y evitar un nivel epidémico interno de propagación apuntan a acrecer la severidad en el control, la regulación de la entrada por las fronteras del país y aplicar prácticas de distanciamiento social para resguardar a las personas más vulnerables. Por ejemplo, a partir del martes 24 de marzo, la entrada al país se restringió, limitándola solo para personas residentes en Cuba, quienes una vez recibidas debían permanecerán 15 días en observación (el tiempo de incubación del COVID 19 es de 1 a 14 días), en los lugares previamente acondicionados para ello y la salida de la isla quedó establecida solo para turistas que visitan Cuba. Todas estas medidas sin duda afectarán notoriamente la industria del turismo, pero el gobierno priorizó la salud ciudadana a cualquier otra consideración, señalando como imprescindible hacer prevalecer la voluntad de contribuir en las acciones de control y apoyo sin dejarse atrapar por el pánico.

En fecha 22 de marzo, la mayor de las Antillas redobló sus medidas considerando que ya tenía la identificación de 35 casos gracias al mejoramiento de los métodos de detección. 33 estaban aislados y hospitalizados para evitar propagación y proceder con su efectiva atención; 2 estaban en estado crítico y uno grave con atención y seguimiento permanente por expertos. En los centros de aislamiento y atención para control había 954 pacientes, 200 extranjeros y 727 cubanos tomados por sospecha de contacto. Otras 37. 773 personas eran vigiladas en sus hogares. Hasta ese momento no había transmisión autóctona.

Cuba estableció integralmente medidas que cobijaron el sistema de salud, de transporte, de administración pública, de comercio, actividades económicas en general y la cotidianidad, contando con la disciplina social y la contribución consciente de la ciudadanía, la acción cívica del conjunto de sus organizaciones de masas y sus fuerzas militares, y proveyó a la población de elementos de aseo, desinfección y de atención sanitaria efectiva, pudiendo incluso brindar colaboración en asistencia médica a otros países del mundo. Al día de hoy ya habían repartido en todas sus territorialidades, test para el diagnóstico inmediato del COVID 19.

El primer ministro de Jamaica, agradeció un destacamento de 90 médicos cubanos, 46 enfermeras y 4 terapeutas médicos todos, especializados en tratamientos epidemiológicos. Otras brigadas viajaron a Granada, Surinam, Belice, Nicaragua, Granada, Italia, Haití, Antigua y Barbuda, Santa Sofía, San Cristóbal, Dominica, Nieves, Venezuela y Andorra en acción de solidaridad, completando misiones médicas que se mantienen activas en 29 naciones, con 28129 colaboradores proyectando elevado ejemplo de internacionalismo y solidaridad.

Para atender el caso específico del coronavirus COVID 19, Cuba ha destacado 596 profesionales en diversas especialidades que asesoran el combate contra la pandemia en 14 países.

Al primero de abril en Cuba se confirmaron 21 nuevos casos de COVID 19, para un acumulado de 233 afecciones. Las autoridades sanitarias aseguraron que han ingresado a vigilancia clínica epidemiológica 2.320 pacientes y a 25.920 personas se les da seguimiento por atención primaria. De las personas confirmadas 202 presentan evolución clínica estable, 6 fallecieron, 13 han sido dados de alta, uno evacuado y están en estado crítico 5 y dos graves. Siendo este el panorama de una situación que se mantiene bajo control en un mundo donde la pandemia se ha extendido hasta ahora a 178 países, siendo los mas recientes agregados Botsuana, Sierra Leona y Burundi. A nivel mundial se acumularon 854.707 casos confirmados con 42.162 fallecidos.

Venezuela, que aparte de la ayuda humanitaria cubana pudo acumular suficientes pruebas y 24 medicamentos para atender la emergencia, tal como en Cuba, con cubrimiento para toda su población, más el apoyo de médicos rusos, chinos y propios venezolanos, criticó a EEUU por sus amenazas contra los laboratorios internacionales que se han atrevido venderle pruebas médicas a la República bolivariana.

En este momento, son China, Rusia y Cuba los países que fuera de sus propios territorios atiende el combate contra la pandemia, prestando solidaridad a otros países con personal sanitario, equipos y medicamentos. Podríamos decir que aparte de China que anunció haber controlado la pandemia y Rusia que la frenó desde el inicio, Cuba también pudo mantener a raya el avance del COVID 19, y con la ayuda de los anteriores Venezuela marcha por el mismo camino, desafortunadamente no siendo así en el resto de países de América Latina ni del mundo. Presentándose la particular situación de que Donald Trump, el 31 de marzo, finalmente pareció aceptar la gravedad de los acontecimientos para su propio país cuando pidió a la ciudadanía estadounidense que se prepararan para una semana dolorosa; quizás irían a ser 200 mil muertos por cuenta del coronavirus. Y altos funcionarios de la casa Blanca encargados de la crisis, estimaron incluso que podría llegarse a una tasa de 2.200 personas muertas por día. La prensa por su parte criticó severamente al mandatario por haber, al principio de la irrupción de la pandemia, tratado de minimizar las dimensiones de la misma. De cualquier forma el mandatario gringo, malvado, canalla, descarado, ruin y despreciable, ha mantenido sus medidas de agresión contra los países a los que decidió imponer sanciones económicas y bloqueo, y de manera insólita, el dos de abril amanece la noticia del despliegue de embarcaciones y aviones militares yanquis en aguas del Caribe, avanzando amenazantes hacia las costas de Venezuela, con la manida excusa de estar haciendo un operativo contra el narcotráfico, lo cual ocurre a pocos días de haber el gobierno yanqui colocado precio a la cabeza del Presidente Nicolás Maduro y a las cabezas de otros altos funcionarios de la República Bolivariana tras imputarles falsos cargos de narcotráfico. Hecho que fue rechazado por las autoridades venezolanas y por la cancillería cubana que indicó que las acusaciones y las operaciones militares de supuesto combate al narcotráfico constituyen una amenaza a la paz de la región y son una pretexto oportunista de EEUU. La cancillería rusa rechazó rotundamente la posible acción bélica contra Venezuela.

Esta crisis indica la necesidad de proporcionar atención médica asequible para toda la población, acabar si no por humanismo y amor, por conveniencia pública, incluso con el crecimiento de la desigualdad y la miseria y preocuparnos de conjunto por el cambio climático que nos muestra que es una locura devastar el planeta como se está haciendo. Por otro lado, debemos frenar definitivamente el modo de proceder de EEUU que además de haber producido el virus impone sanciones que impiden enfrentarlo, y aprovecha la crisis para arreciar sus amenazas militares, lo cual es de desquiciados. Al mismo tiempo, reflexionemos en que otra “pandemia” con la que tenemos que acabar y respecto a la cual con seguridad existe el antídoto si se deja de lado la mezquindad, es la del HAMBRE, la cual mata mucha más gente al día que el CORONAVIRUS COVID -19.

No olvidemos que la hambruna y la desnutrición son problemas surgido fundamentalmente de la pobreza, la desigualdad y la injusticia social, que afectan a muchos países del mundo convirtiéndose quizás en los peores problemas de la humanidad. El Proyecto Hambre de las Naciones Unidas ha calculado que diariamente mueren 24.000 personas de hambre o por causas relacionadas con el hambre, siendo el 16% del total de las muertes. Por otras causas mueren 150.000 personas por día. Y el Programa Mundial de Alimentación (PMA) calcula en 975 millones las personas desnutridas en el orbe, y si bien entre las causas de tal fenómeno están los desastres naturales, como fundamentales están la falta de infraestructura agrícola y la sobreexplotación del medio ambiente. Todo ello, precisando que entre las principales complejas causas de incremento del hambre, están las políticas comerciales injustas, la pobreza, la falta de acceso de mucha población al agua potable y los conflictos armados, que en últimas derivan también de la falta de justicia social, que es lo que inspira la persistencia de la lucha guerrillera en Colombia.

NOTA: Al cierre del 2 de abril, lamentablemente en Ecuador se habían presentado 3.500 muertes causados por el COVID-19, la mitad de los cuales se han suscitado en la ciudad de Guayaquil, presentándose una situación dantesca de descontrol, en la que muchos de los cadáveres se han tenido que recoger de las calles. La tasa de mortalidad por causa del COVID-19 llegó a 1,35 por cada 100 mil habitantes, superando al Brasil que era el país latinoamericano más golpeado en materia de contagio, aparte de Uruguay que proporcionalmente con el universo de su población parecía ser el más elevado.

Abril 03 de 2020

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